Todo comenzó en un viaje hacia la
costa con un familiar, recuerdo que nos topamos con neblinas.
No sabíamos si el autobús volaba
o corría, ya que las ruedas no se sentían para nada en el asfalto; llegamos a
una mansión vieja, donde nos recibió un hombre robusto, casi gordo, pinta de
gerente o ejecutivo de traje negro oscuro y corbata roja, se llamaba Elías.
Siempre sonreía y sus ojos se
llenaban de un líquido acuoso, no obstante no se derramaba ninguna gota. Al
llegar a su mansión nos preparó un banquete abundante en una mesa de unos 15 metros de largo y nos invitó a hablar. Mi
familiar no pronuncio palabra alguna, solo veía como engullía sin parar como si
se fuese a atragantar, y como si sus oídos eran sordos. Elías se me acercó y
empezó a caminar directo con los ojos penetrantes hacia mí en aquella larga
mesa, se detuvo a unos metros y me dijo:¿Te gusta la comida?
Yo: Si, esta buena.
Elías: Que bien, me hace sentir cómodo,
pues el cocinero murió a las pocas horas de cocinarlo.
Yo: ¿Cómo se llamaba?
Elías: Ekron, Antoine Ekron. ¿Le
conoce acaso?
Yo: No (mentí), ¿era muy conocido
en el ámbito del gourmet?
Elías: Yo solo sé que me
encantaban sus platos, todos hechos con la mejor carne, una carne dulce y
fibrosa que pocos pueden degustar.
Yo: ¿Solo carne?
Elías: Así es, solo carne.
El se acercó más, que para
cuando quise darme cuenta lo tenía casi en mis narices, se inclinó y en el pude
divisar un símbolo en un prendedor, era un hexágono. Elías entonces pregunto:
¿Le gusta la comida?, saboréela,
cada centímetro de carne y sangre puede nutrir tu cerebro. Volcó una sonrisa
macabra mientras me comentaba que mi cerebro le hablaba.
Elías: Tu cerebro me dice que
quiere descansar.
Yo: Pero disculpe señor, el
cerebro humano no descansa ni durmiendo hasta donde yo sé, es más se hace más
laborioso al dormir.
Elías: Lo sé, es solo metáfora querido……..
amigo.
Desperté repentinamente y me fui
a lavar la cara, me mire al espejo, y al salir del baño, me lo encuentro a él
vestido con un saco, pantalón negros y una corbata roja. Y le pregunto si para
dormir usaba el traje, y él me dice al oído casi pegándose a mi cuerpo. Siempre
me gusta estar bien presentable.
Ven conmigo dijo Elías, te
enseñare lo que es vestirse bien.
Me llevo por unos pasillos hasta
el fondo donde se encontraba como un galpón lleno de ropa. Veni, veni, Veniiii
no te asustes balbuceaba… ven que te tengo un regalo.
Y ahí estaba parado frente a
camisas, corbatas, pantalones y zapatos de vestir.
Elías: Elige y será tuyo.
Yo: Lo que yo quiera.
Elías: Lo que vos más te guste.
Yo: Bueno, ese saco de marrón
blanco.
Elías: Mmmm no, no te conviene,
yo te recomiendo uno más oscuro.
Yo: Bueno, el pardo.
Elías: No, el negro te queda
bien, que sea así entonces, los pantalones también.
Yo: Pero no dijo que lo que
quisiera.
Elías: Oye estoy haciéndote un
favor, créeme esto va a salir muy bien.
Yo asentí, con la camisa paso lo
mismo, no me dejaba que eligiera el azul, solo blanco, me di cuenta que en su
robusta cara y su sonrisa satírica había algo más que no me quería contar. Sería
un asesino, o un salvador, no lo sabía ni quería saberlo.
Oye, ¡¡espabila pues!! Dijo Elías,
vamos hombre que queda algo más por hacer.
Elías: ¿Y la corbata?
Yo: Azul, me encanta ese color.
Elías: No, definitivamente la
roja te quedará bien, el azul es símbolo del firmamento.
Ven, dijo el, vístete aquí y en
unos minutos nos vemos.
Me vestía de a poco y me daba
cuenta que estaba eligiendo vestirme como el, me presentara como su sobrino
dije dentro mío y reí a la vez. Una vez que termine Salí del vestidor, y él me
vio, con una sonrisa degenerada y pestañándome un ojo me dijo que me veía
excelente. Luego me invito a pasar a un jardín cuadrado de piedra caliza y
mugrosa con una mesa en uno de los vértices. El suelo era negro y amarillo en
cuadros y las sillas blancas mientras que la mesa era de madera.
Elías: Ahora regreso.
Yo me quede pensando que pasaría,
me dejará todo esto para mí. Seré heredero de algo, muchas cosas pasaron por mi
mente, para cuando seguía formulando preguntas lo veo acercarse de lejos, venia
caminando con una botella en la mano y con dos copitas pequeñas, en la otra, se
sienta enfrente mío y habla.
Elías: Esto es un Whisky muy
particular, año 1832.
Cuando vi la botella notaba que
era de un color amarillo claro, no parecía lo que solía decir. Elías descorcha
la botella y sirve 2 medidas para las pequeñas copas,
Elías: Salud, por la iluminación.
Yo: Digo lo mismo y empiezo a
tomar casi por sorbo.
Elías: Adelante hombre, de un
saque vamos, hasta el fondo.
Yo me lo tomo todo, pero eso no
era Whisky, sabía amargo.
Elías: Ahora abre los ojos y
veras la verdad.
Yo: Ya los tengo abiertos, lo
estoy mirando.
El comenzó a levantar la voz y
con una voz ronca me decía que los abra, que cierre y luego los abra, que vería
la verdad.
Cerré mis ojos, los cuales los
sentía dilatados y los volví a abrir, y ahí lo vi, era del diablo vistiendo una
corbata roja.
El Diablo: Ahora tu eres yo y yo
soy tu, tú me reemplazaras y yo tomare tu lugar. Recuerda que debes ser
cauteloso con la gente.
Es aquí donde concluye mi sueño.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario